Retrospectiva Jean Eustache
aprender a vivir
“El cine sirve para aprender a vivir, sirve para hacer la cama”: esta frase la pronuncia Alexandre, el dandy parisino magníficamente interpretado por Jean-Pierre Léaud en 1972, que la pronuncia en La Maman et la Putain , rodeado de Marie ( Bernadette Lafont) y Veronika (Françoise Lebrun). Pero también es inevitablemente el director quien lo pone en práctica, de principio a fin, en las doce películas que ha rodado, de duración muy variable -desde los dieciocho minutos de Photos d'Alix en 1980 hasta el monumento de casi las cuatro, La Mamá y la Puta . (...)
Los orígenes pobres y provincianos de Eustache siempre han mantenido su cine alejado de la elegancia un tanto literaria del medio cinéfilo de los Cahiers du cinéma que frecuentaba a su llegada a París. François Truffaut, Claude Chabrol y Jean-Luc Godard, sus mayores de la Nueva Ola, unos diez años mayores que él, tuvieron la ventaja de abrir una brecha en una industria cinematográfica que necesitaba renovarse después de la guerra. Pero Eustache, más marginal comercialmente, inventó tanto formalmente como ellos, incluso en Mis pequeños amantes .
su producción más "normal", en 1974, con un presupuesto relativamente cómodo y una historia de paso a la adolescencia que se abre con la canción Douce France de Charles Trenet. Daniel (Martin Loeb) tiene 12 años, unos padres que no lo envían a la universidad en Narbona porque es demasiado cara y una novia que ya planea casarse con él. Tan taciturna y refinada como prolija la anterior, esta película de título rimbaldiano tiene acentos de Robert Bresson (...).
Además de la coda que ofreció a Antoine Doinel de François Truffaut al hacer crecer a Jean-Pierre Léaud, Jean Eustache, que se suicidó en 1981
A sus 42 años, sigue siendo un sorprendente experimentador de la porosa frontera entre el documental y la ficción. Documental: tuvo la idea de rodar dos Rosières de Pessac , en 1968 y luego en 1979, sobre una tradición en peligro de extinción: la elección, en su ciudad natal de Gironda, de la joven más virtuosa. Lo que todavía era una tradición plasmada al estilo del cine directo aparece, diez años después, como un simulacro desinvertido. Que Francia ha cambiado se puede comprobar también en el extraordinario relato de su pasado que ofrece la abuela de Eustache en la conmovedora Numéro Zéro (1971), una entrevista regada con whisky, que tiene la particularidad de estar rodada con dos cámaras y en tiempo real. durante casi dos horas. Nadie mejor que Eustache supo entender que el discurso es un acontecimiento, no que basta recogerlo, sino que la grabación, investida por un auténtico cineasta, cumple su plena función.
Es también la apuesta lúdica pero elocuente sobre su relación con la sexualidad que recorre A Dirty Story (1977). Contada primero en modo “ficción” y luego según un recurso documental, la misma historia del voyeurismo sacude nuestras certezas sobre el estatus mismo de la ficción, de la fantasía y su puesta en palabras, del oído y del ojo.